Con la llegada del otoño, Gainesville lo celebra con el evento Buy a Pumpkin, Feed a Child, o Compra una calabaza y alimenta un niño, una iniciativa que promete convertir cada calabaza o donación en comida para niños y familias necesitadas.
El evento comenzó el 27 de septiembre y se extenderá durante el mes de octubre, todos los días en el Gainesville Church of God. Este año la organización celebra su 14.º aniversario con la misión de seguir ayudando a familias y niños que lo necesiten.
María Ramírez, de 23 años, quien estaba de visita de Colombia, asistió con su familia tras escuchar sobre el evento y su propósito.
“Siento que no es algo que en este momento sea tan común y siempre siento que es bueno apoyar a un niño”, dijo Ramírez. “Es algo que se debe hacer y no se debe perder”.
La organización asegura que el 100% de lo recaudado se destina a programas locales y en el extranjero. Los fondos recaudados vienen de la venta de calabazas, café de Guatemala, concesiones, pan de calabaza, entre otros.
A nivel local y nacional la asociación ayuda a organizaciones como Food 4 Kids, en el norte de Florida, Heart of Florida Youth Ranch en Florida central y Nación Navajo en el estado de Nueva México.
A nivel internacional el evento ha apoyado más de 500 niños en Guatemala y más de 200 niños en Venezuela. También ha contribuido a Europe 's Child Mission en Europa Oriental y ha ofrecido ayuda humanitaria en Haití y Cuba.
Rachel Lorenzo, de 35 años, ha asistido dos veces al evento con su familia y destacó que para ellos es una experiencia tanto recreativa como educativa.
“Compramos unas calabazas para decorar la casa y así estamos contribuyendo también a la caridad de ayudar a darle comida a niños que necesitan llenar las barriguitas en sus países”, dijo Lorenzo.
El evento además del huerto, también ofrece castillos y toboganes inflables, varias estaciones de fotos, juegos al aire libre, una caja de maíz y un tren que pasea a los niños por todo el huerto.
Scot Johnson es el conductor del tren para niños y Deborah, su esposa, coordina, junto a otras mujeres, la elaboración del pan de calabaza.
“Es muy divertido, a los niños les encanta y, a veces, se acercan y te dan un abrazo, lo que te hace sentir realmente especial”, dijo Scot Johnson. “Algunos se montan [en el tren] 10 o 15 veces mientras están aquí”.
Hace unos 15 años, el evento pasó de un festival otoñal con dulces y hot dogs a vender calabazas. Los miembros donan su tiempo para que el evento sea rentable y los fondos apoyen misiones y necesidades básicas.
“Así es como podemos hacer que esto sea rentable y poder alimentar a muchos niños hambrientos. Estamos apoyando muchas misiones en todo el mundo”, dijo Scot.
La preparación es anual y se intensifica un mes antes, cuando montan carpas y organizan el lote.
Para Deborah Johnson, el pan de calabaza se convirtió en un sello del evento.
”Creo que lo mejor es nuestro pan de calabaza y a todo el mundo le encanta”, dijo Deborah. “Es una receta casera y las señoras trabajan muy duro mezclándolo todo.”
Lo más gratificante, dicen, es escuchar a los misioneros que visitan el huerto y cuentan por experiencia personal el impacto de lo recaudado.
La tradición ya forma parte de la comunidad, hay familias que regresan cada año y, a veces, hasta celebran cumpleaños en el lugar. Deborah comenta que estando en el evento se encontraba un joven con sus padres celebrando su cumpleaños en el huerto de calabazas.
“Dijeron que también vinieron el año pasado, así que ya se ha convertido en algo anual, ahora quiere volver cada año por su cumpleaños, lo cual es genial”, dijo Deborah.
Arody Espinales, de 24 años y voluntario del evento, se enteró de la iglesia Gainesville Church of God en Guatemala, cuando la congregación visitó su iglesia en labores de misión. Desde entonces, dice, quedó vinculado a su trabajo comunitario y hoy, ya en Gainesville, se suma cada tarde al huerto de calabazas después de salir del trabajo.
“ Yo he ido a los centros de alimentación en Guatemala”, dijo Espinales. “He ayudado a repartir la comida a los niños”.
Para Espinales, el evento es crucial porque acoge a todos y genera impacto tangible. La organización apoya a niños de bajos recursos en Guatemala y adapta su ayuda a cada país. Espinales comenta que en Cuba ellos han ayudado a evangelizar, y en Africa han ayudado a liberar personas en situación de esclavitud.